08/12/15
No, en las cárceles no hay duchas colectivas y
otros mitos de la vida en prisión
El mundo carcelario ha despertado
siempre fascinación y curiosidad, pero también mitos y medias verdades que se
mezclan en el imaginario colectivo, ¿cuál es la realidad?
Motines,
fugas, leyendas o simplemente, su rutina. El mundo carcelario ha despertado siempre
fascinación y curiosidad, pero también mitos y medias verdades que se mezclan
en el imaginario colectivo. ¿Cuál es la realidad? Francisco Llamazares,
funcioanrio de prisiones y secretario de Organización de la Asociación
Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP), resuelve algunas de las más
comunes.
En las cárceles siempre hay
algún chivato:
Realidad.
No son muchos y solo hablan con los funcionarios en beneficio propio o cuando
peligra alguno de sus intereses. «Si su compañero de celda tiene droga o un
teléfono móvil y el interno, que quizá está pendiente de un permiso, cree que
puede verse implicado si hay un cacheo en la celda, lo más probable es que se
acerque a un funcionario y se lo cuente para evitarse problemas», explica
Llamazares.
Los funcionarios de prisiones
llevan porras eléctricas u otras armas:
Mito.
Nadie lleva ni porras eléctricas (que además están prohibidas), ni pistolas, ni
navajas. Los funcionarios de prisiones, estén en patio, módulo u oficinas,
llevan solo el uniforme. «Si tienes que actuar porque ves una pelea entre
internos, hay que avisar a la Jefatura y solicitar las armas», cuenta
Llamazares. En esos casos solo se entrega una porra de goma y unas esposas y,
en ocasiones excepcionales, sprays.
Hay «presos de confianza» a los
que los funcionarios les mandan tareas y recados:
Mito.
En la actualidad esta figura ya no existe, aunque hace 30 años sí que era
frecuente. «Cuando comencé a trabajar en prisiones hace 28 años, sí que había
presos a los que se les pedían recados, como que fueran a por tabaco o a por un
balón, pero hoy todo eso está regulado».
Hay presos que trabajan en la
cocina, la lavandería, la biblioteca...
Realidad.
Son los propios internos quienes solicitan el destino, explicando por qué lo
quieren y sus cualidades. El Consejo de Dirección de la prisión estudia cada
caso y lo aprueba o no.Está el destino de comedor, de televisión, de balones,
de limpieza, de ordenanza cultural… No tienen remuneración económica, salvo el
de cocina y economato, ya que requieren formación acreditada (como el
certificado de manipulación de alimentos). En estos casos, se les da de alta en
la Seguridad Social.
El lugar más peligroso de la
cárcel son las duchas colectivas:
Mito.
La razón es simple: no hay duchas colectivas y, en los raros casos en las que
las prisiones españolas mantienen estas instalaciones prácticamente no se usan.
Los presos suben a sus celdas a ducharse. Tampoco hay pastillas de jabón. Se
utiliza gel.
Se castiga a los internos con
el aislamiento:
Realidad,
pero con matices. El aislamiento se utiliza solo en dos supuestos. El primero,
cuando se requiere solventar de manera urgente un incidente. Por ejemplo,
cuando dos internos del mismo módulo mantienen una riña y los funcionarios
determinan que es necesario separarles durante un tiempo para que se
tranquilicen. Como no es posible trasladarlos a otros módulos sin previo
estudio y autorización del caso, se les manda a aislamiento como solución
inmediata. Al día siguiente se determina si vuelven al módulo o se les traslada
a otro.
El
segundo supuesto en el que son enviados a aislamiento es previo parte
disciplinario. El funcionario elabora un parte explicando la infracción del
interno, a los días se le notifica al preso y este elige si quiere declarar por
escrito o verbalmente ante la Junta. Tras la declaración, la Junta resuelve
mandarlo o no a aislamiento.
Sin
embargo, la «privación de paseo» es una de las sanciones más frecuentes, por la
que el interno tiene que permanecer encerrado en su celda desde la hora de la
comida hasta la cena.
Los internos construyen a
escondidas armas afiladas o punzantes:
Realidad.
En la jerga carcelaria se denominan «pinchos». «Todos los días se sacan
pinchos, pinchos y más pinchos. Siempre han existido y siempre existirán. Es la
misión del preso», cuenta Llamazares.
De pronto un día se registran
todas las celdas por sorpresa:
Mito.
Los cacheos y requisas se hacen todos los días, pero a unas pocas celdas y de
forma aleatoria, mandada por el director del centro penitenciario o a raíz de
una información proporcionada por un chivato. También se puede cachear a los
internos por sorpresa cuando un funcionario sospecha algo, pero después siempre
se debe hacer un informe y justificar la decisión.
Los presos hacen grupos en
función de la nacionalidad
:
Realidad,
pero con matices. «Normalmente se juntan en el patio en función de la nacionalidad,
pero eso no significa que no se hablen con el resto de compañeros. Ahora hay
más mezcla». Según cuenta Llamazares, en los últimos años otro factor
aglutinador es el barrio en el que han vivido. «Si se conocen de haber vivido
en Vallecas, eso prima más que la nacionalidad», plasma el funcionario.
Hay trapicheos:
Realidad.
«Los funcionarios sabemos que existen trapicheos, porque es ley de vida, pero
no los vemos». Lo único que se percibe es un grupo de internos jugando a la
oca, al parchís o al dominó. Pero entre ellos se acaban debiendo cosas, y no
solo drogas: también se negocia con el tabaco, las tarjetas de teléfono [no hay
dinero dentro de la cárcel, por lo que lo más parecido son las tarjetas de
prepago, con dinero cargado para hacer llamadas] o incluso la limpieza de la
celda o hacer la cama. «De ahí también vienen muchas veces los altercados entre
internos», explica el funcionario.